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Cuckolding, ¿una infidelidad compartida?

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Silvia Rúbies, directora de comunicación de Gleeden Latinoamérica: "las relaciones no monogámicas están cobrando cada vez más relevancia en Latinoamérica". (Foto iStock)

Los vínculos con lxs otrxs se construyen, pero también están determinados por las normativas culturales que progresivamente van formando nuestra expectativa sobre lo que es una relación y qué es aceptado –o no- socialmente.

Actualmente, nuestra sociedad se encuentra en plena experimentación, más abierta a compartir experiencias y prácticas que tiempo atrás no hubieran podido ser esbozadas sin que alguien nos vea con desaprobación. Esto no significa que las transgresiones a las normas -explícita o implícitamente impuestas- no sucedieran, sino que no eran abiertamente expresadas. 

En este sentido, es más fácil relacionarse sexoafectivamente con otrxs, y expresarlo, sin que eso implique una condena social. En este contexto es que el cuckolding adquiere cada vez más adeptos y permite adentrarse en nuevas fantasías y deseos, generar expectativas y alcanzar diversos niveles de placer. 

Si bien el término cuckolding en inglés remite a “meter los cuernos” o a “cornudo”, este Laboratorio considera que esta categorización implica posesión y preferimos concebirlo como un modo más abierto de vincularse sexoafectivamente. Se trata de la inclusión de unx tercerx en una relación de pareja, donde no todxs participan activamente del encuentro. 

Transgredir la norma, animarse a experimentar nuevos placeres. (Foto iStock)

El goce está en la posibilidad de compartir la experiencia sexual, ya sea a partir de un relato o como espectador exclusivo del acto y también de “desobedecer” el límite de la fidelidad. La experiencia implica un rol activo y otro pasivo, y la posibilidad de compartir esa vivencia con la pareja es lo que vuelve aún más erótica la situación y permite concretar fantasías enriqueciendo la vida sexual de la pareja. 

En ocasiones, el cuckolding ha sido considerado una infidelidad consentida. Pero se trata de expandir los vínculos y explorar nuevos modos de sentir y gozar la sexualidad a partir de acuerdos y lazos muy estrechos. Y si bien se sostiene bajo la suposición de un acuerdo de exclusividad sexual, este se rompe con el consentimiento de ambxs para concretar fantasías y erotizar aún más la relación de la pareja original. 

Más erotismo, placer y deseo, es lo que encuentra la pareja monógama en estas prácticas que, para una sociedad normalizada, entiende como perversión, fetiche o como transgresión de la fidelidad. Sin embargo, esta práctica no es más que un refuerzo de la relación original, el disfrute por el goce estrecha la confianza a la par de los consensos alcanzados.  

La realidad es que cada relación es un mundo, y en él existen múltiples acuerdos. En una sociedad monogámica como la nuestra, pareciera que esta práctica rompe con todos los tradicionalismos impuestos; no obstante, se trata de disfrutar, con consentimiento, de los placeres de la vida. Si esas experiencias son compartidas, mucho mejor aún…