El 7M y el 8M son fechas contiguas que reflejan la muerte promovida por el odio. Son el símbolo de un grito sobre los derechos ante el odio de estructuras de poder que se imponen sobre la sociedad.
Si bien el día de la visibilidad lésbica se conmemora internacionalmente cada 26 de abril, Argentina tiene una fecha más –o mancha- en su calendario que permite visibilizar las vulnerabilidades a las cuales se enfrentan aquellxs que eligen un modo de vivir, amar y pensar distinto. Cada 7 de marzo, se recuerda que Natalia “Pepa” Gaitán fue asesinada por el padrastro de su pareja, un crimen de odio por su orientación sexual.
Una experiencia similar expone el 8M, un día que mundialmente exige igualdad de derechos tiene origen en la matanza de más de un centenar de mujeres que dejó el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York por exigir reconocimiento y derechos laborales.
El caso de “Pepa”, como el de miles de personas, ejemplifica como el odio y el rechazo hacia quienes reclaman, piensan o piden algo no contemplado por las estructuras de poder termina –siempre- de modo violento. Las víctimas se cuentan por millones a lo largo del mundo, con hechos que evidencian la necesidad de más derechos y mayor representación.
Sin embargo, la situación hoy parece agravarse. Nos encontramos en un contexto donde las jerarquías institucionales se burlan o ríen de aquellos que no están de acuerdo, de quienes aspiran a modelos de mayor participación y oportunidades, a quienes buscan a diario una oportunidad para promover la igualdad. Hoy la denigración, el abuso de poder y las jerarquías se imponen por sobre los derechos, mientras las instituciones que condenaban la discriminación son suprimidas, desfinanciadas o inhabilitadas.
Así, mientras creímos encontrarnos ante ciertos derechos ya adquiridos, como el acceso a los anticonceptivos, la IVE, el matrimonio igualitario, la ESI, el derecho a vivir sin discriminación, con educación, salud y trabajo dignos; estamos ante un panorama de permanente incertidumbre, donde las bases tambalean y se cuestionan a diario desde estructuras de poder que vuelcan discursos de odio, crueldad y humillación permanentes.
La historia nos ha mostrado que el sometimiento y la sumisión no son eternos, que tarde o temprano la opresión encuentra un punto de fuga y explota. Por eso, no debemos olvidar la importancia de mantener el reclamo vivo, de trabajar a diario por los derechos de todxs y de homenajear y recordar a quienes dieron su vida para que hoy podamos gozar de los beneficios de su lucha, nuestra lucha.
*Escrito por Daniela Aranda, licenciada y especialista en Comunicación y co-directora de Laboratorio de Deseos