Ya no es un secreto que la pornografía tiene muchxs adeptxs, un dato no menor es que Pornhub reveló contar con más de 130 millones de usuarios alrededor del mundo y que Argentina pertenece al top 20 de países que más consumen videos en ella. Pero no todo el porno es igual.
El porno convencional, el cual se adueñó de plataformas, canales para adultxs, revistas, libros, etc. reprodujo parámetros que no han contribuido en absoluto al desarrollo de una sexualidad equitativa, teniendo en cuenta que para varias generaciones la pornografía fue el vehículo para aprender sobre sexualidad. ¿A qué nos referimos? A los discursos predominantemente heterosexuales y hetero-formativos, al rol de las mujeres pasivas y complacientes que, bajo una práctica de cosificación sexual, subordina su placer y sus fantasías en pos de un hombre… todas estructuras que el porno ético llegó para cambiar.
¿Por qué es importante la perspectiva del porno ético? No sólo propone un nuevo lugar para el entretenimiento adulto sino también una forma diferente de producción. En el porno ético se le paga de manera justa a todas las partes que trabajan; por esta razón, este tipo de films se consiguen generalmente en plataformas que no son gratuitas. Otras características de la realización es que cada participante da su consentimiento sobre los contenidos que se difunden, expresa previamente cuáles son las prácticas que desea realizar y durante la filmación se respetan los métodos de cuidado que se elegidos para tener sexo seguro.
Desde una perspectiva equitativa, incluye el placer de todxs y las escenas se extienden hasta que cada unx haya logrado su climax. Esta característica es un contrapunto fundamental con el porno tradicional. Además, se propone -aunque no deja de ser una película- una mirada más realista sobre los cuerpos, la diversidad y el sexo en sí mismo.
Una de las referentes más destacadas de este segmento para adultxs es la sueca Erika Lust, quien ahora con sede en Barcelona, ha sido reconocida en múltiples ocasiones como la directora que rompió con los estereotipos del cine pornográfico. Los detalles estéticos e inclusivos convierten a sus películas para adultxs en un discurso disruptivo sobre la sexualidad. En ellas, el placer de las personas con vulva está bien documentado, con mayor presencia de cuerpos diversos y reales, y planos que combinan el grafismo del porno con cierta sutileza erótica.
En 2015, la directora dio una charla TEDx en Vienna llamada “Es hora de que el porno cambie”, en la que proponía imaginarse una escena de una película pornográfica. “¿Qué ven? Una mujer, rubia, con un vestido ajustado, labios rojos, pechos como melones y un pene, un pene del tamaño de un semental entre sus labios fruncidos. Ella le está dando sexo oral porque este buen chico la ayudó cuando su auto se rompió”. Básicamente, todas las películas son una reversión de este tipo de situaciones. “Me di cuenta que los únicos que participan en el discurso de la pornografía son hombres. […] En todas partes, el papel de la mujer es objeto de debate. En todas partes, menos en la industria del porno”.
Y así como la cinematografía masiva ha pasados por un revisionismo cuestionando todas las bases sociales preestablecidas, el porno no es ajeno a este movimiento, y por su capacidad de generar ideales e imaginarios, es esperable que evolucione hacia formas más amplias e inclusivas, con discursos capaces de representar a todxs.
El sexo es un viaje de disfrute, de conexión con el placer y el deseo; el porno ético propone una mirada positiva y más realista de la sexualidad en un mundo en el que la diversidad y la igualdad pujan por seguir progresando. Si nunca viste porno ético y esta nota te generó curiosidad, te dejamos un datazo: suscribiéndote al newsletter de Erika Lust te dan de regalo la posibilidad de mirar una película gratuita. ¡Que la disfrutes! 😉