Es un antiguo texto hindú que contiene 36 capítulos y consolida antiguas enseñanzas del kamashastra, «la ciencia del amor». Está escrito en sánscrito y no está del todo clara su fecha de realización (se lo sitúa entre los siglos I y VI). Fue adjudicado al filósofo Vatsyayana, quien había tomado un voto de castidad…pero al parecer no lo habría cumplido tan a rajatabla en materia de sexo oral.
Es célebre por la creatividad a la hora de proponer posiciones sexuales pero también aborda otras aristas de la vida social y de la ética, hasta clasifica en tres tipos a las mujeres y a las parejas de acuerdo a su apetito y satisfacción sexual.
El Kama-sutra es mucho más que un manual sexual; es un tratado integral que aborda aspectos importantes de la vida y las relaciones humanas. A lo largo del tiempo, ha sido interpretado de diversas maneras y su contenido varía en función de las traducciones y adaptaciones. Claro que todo debe ser pensado en contexto y, en muchos aspectos, este material es obsoleto.
¿Por qué lo retomamos, entonces? Porque queremos poner de relieve esos pasajes adelantados a su época como la relevancia del placer y de la exploración sexual, la diversidad sexual, la comunicación y conexión en la pareja como medios para mejorar el sexo y la mención de un tercer género o “persona de tercera naturaleza” para describir a quien no se ajustaba a las clasificaciones tradicionales de “hombre” o “mujer”.
Para el Kama-sutra son cuatro los objetivos de la vida: el deber (Dharma), entendiendo este como el cumplimiento de los deberes sociales y morales; la riqueza o éxito material (Artha), la búsqueda de la prosperidad; el placer (Kama), disfrutar de la sensualidad, la sexualidad y del amor y la liberación espiritual (Moksha), conectarse con lo divino. Alcanzarlos es sinónimo de una vida equilibrada; si bien el escrito se centra más que nada en “Kama”, la plenitud del placer se relaciona con el balance con los otros objetivos.
Lejos de querer vanalizar una filosofía antigua, nxs adelantaremos y al punto que la cultura occidental ha destacado, recuperando la conexión sexual que se establece a través de las distintas variantes y que despiertan gran curiosidad: las posturas. Para Vatsyayana, el placer es un arte que se debe cultivar por eso describió 8 maneras básicas de abordar el encuentro sexual y otras 8 posiciones que mezclándose pueden resultar en variantes para el sexo, llegando así al número de 64 mágicas posibilidades. De ellas las consideradas más tradicionales o más empleadas son el misionero, la cucharita, el 69, la vaquera y el perrito. Otras, como “el trapecista” o “la carretilla” parecieran precisar de mayores virtudes, elasticidad, fuerza y práctica. Las posturas incluyen muchas alternativas para disfrutar no sólo de la penetración sino también del sexo oral. En la actualidad las variantes originales se han multiplicado con innovaciones que van surgiendo de la misma práctica, como: “el 69 puente” o “el trapecista invertido”.
Despojándose de sus aspectos obsoletos como las recomendaciones sobre no entablar una relación con otra persona de un rango social diferente o las clasificaciones sobre las mujeres (virtuosa, inteligente y atractiva; creativa y apasionada por las artes; de buen corazón pero con un fuerte temperamento y la mujer práctica y directa… como si todas esas características no pudieran convivir en la misma persona) y recordando sus orígenes basados en la religión y la filosofía hindú, es posible retomar este libro y profundizar la conexión que la sexualidad nos permite explorar, en una dinámica de descubrimiento del placer propio, el ajeno y el compartido. Para poder encontrar mucho más que satisfacción y nuevas maneras de tener sexo, sino también promover y cultivar una vida plena y equilibrada en pareja.
¿Leíste el Kama-sutra? ¿Qué es lo que más te interesó?