*Por LDM
“Yo no tuve una salida del clóset como persona bisexual” lo digo siempre, pero lo que busco decir es que no fue traumática. Claramente tuve una salida del clóset, porque las personas no heterosexuales nos vemos obligados a aclarar que nos gustan otras identidades distintas a las que nos asigna la norma, que buscamos el goce en esas otras identidades y que podemos llegar a amar a esos otres.
Yo no tuve una salida del clóset, simplemente senté a madre y a padre con horas de diferencia y les dije “Estoy saliendo con alguien, y es un chico” y después tuve que aclarar que quizás no iba a salir siempre con ese chico, que podían aparecer otros chicos u otras chicas y que eso se llamaba bisexualidad. Pero eso es todo lo que hice. De mi lado no tenían que esperar nada más. Ahora quedaba en ellos procesarlo, aceptarlo (o no). “Soy lo que soy, soy así. Tomame o dejame (y perdé un hijo, el único hijo para madre)”
Ese acto en el que me revelé a mi familia y me rebelé a la heteronorma lo pienso como uno de los actos más liberadores que pude tener. Dejé de ocultar quien era, saqué la pelota del lado de mi cancha, y ahora estaba del lado de los otros, la papa caliente les quemaba a ellos, era a ellos a quienes ahora les incomodaba. Eran ellos los que tenían que hacer algo con esa información. Procesarla, rumiarla, digerirla. Lo que fuese. Yo ya lo había hecho por años y mi proceso había finalizado.
Hoy en día estoy viviendo en una relación con otro chico, familiares y amigos lo naturalizaron más rápido que lo que esperaba, pero hay algo que madre y padre aún no saben: tenemos una pareja abierta.
Es imposible definir exactamente que es una pareja abierta, porque cada pareja es distinta de las otras, ponen sus reglas e incluso las adaptan(mos) en función de las experiencias y del presente, por lo tanto, no voy a caer en la trampa de querer hacerlo. Solo para aclarar a aquellos que no sepan nada de esto puedo decir que, en nuestro caso, nosotros dos tenemos una relación sexo-afectiva-emocional, priorizada por ambos en función de nuestro proyecto de vida, y al mismo tiempo cada uno tiene la libertad de crear otros vínculos con otres. Y que este tipo de vinculación se contrapone a la idea del amor romántico y la monogamia donde se sostiene la posesión del otre en función del amor mutuo.
No quiero transformarme en evangelizador de las relaciones abiertas, porque como dije: cada pareja es distinta y definitivamente no es algo que funcione para todas las parejas, pero sí sostengo que es un estilo de vida que practicado con responsabilidad refuerza el vínculo con el otre. Sobre la base de la comunicación se va consolidando la confianza y con esta los miedos y los celos se van racionalizando y van menguando. No es necesario que estos desaparezcan, los celos son una emoción natural, negarlos sería invalidar un sentimiento, pero comunicárselos al otre, racionalizarlos y entenderlos es un proceso que fortalece la relación.
Volviendo… mi familia no sabe esto, y hoy en día no concibo sentar a madre y a padre con horas de diferencia y decirles “Tengo una relación abierta” y explicar que eso no es engañar al otre, que eso no es estar de trampa y que entre nosotros el amor o la libido no se acabó, sino todo lo contrario que así nos sentimos, en nuestra libertad, más unidos que nunca. Que así nos apoyamos más en el otro, que tenemos más confianza para hablar de ciertos temas, que nos aceptamos con nuestras diferencias y que no forzamos al otre a llenar todos nuestros casilleros: mejor novie, mejor cocinere , mejor amante, mejor consejere, mejor compañere de series, etc. Es hermoso explicarlo, pero simplemente no concibo hablarlo con mis padres.
Y ahí es donde me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué siento que estaban preparados para aceptarme bisexual pero no para aceptar mi pareja abierta? ¿Son solo mis padres? ¿O es la sociedad?
Y ahí mi pensamiento crece aún más, dejo de mirarme el ombligo y pienso en todas las parejas que pueden estar pasando por lo mismo; en todas esas personas que están atravesando relaciones no binomiales: triejas, cuatriejas, poliamores. En esas personas que deciden vivir en comunidad compartiendo vínculos sexo-afectivo con otres y con múltiples integrantes de la comunidad. Ahí ya no hay dos personas: mínimo son tres, máximo el deseo.
Y sigo pensando: este tipo de vínculos ¿Es algo del ámbito privado de las personas? ¿O es algo en lo que el Estado debería intervenir? Las parejas hoy en día descansan sobre un acervo de normas para proteger sus proyectos de vida en común: filiación, unificación de aportes en seguridad social, protección de la vivienda, pensiones por viudez, herencia, etc. Los vínculos de mas de dos personas hoy no tienen ese amparo. ¿Estamos muy lejos de eso?
En 2010 tras años de trabajo de militancia de las organizaciones de la comunidad LGBT+ y en un contexto donde el gobierno de turno reconoció la falta de protección de esta comunidad y tomó la iniciativa de impulsar un proyecto de ley para reparar esta injusticia se sancionó la “Ley de matrimonio igualitario”. Hoy a casi 13 años de ese momento ¿Estamos muy lejos de la sanción (o al menos de la discusión) de una “Ley de matrimonio ampliado”?
Link de interés: Binario – Juan Solá – Sudestada (2018)