Por Laila Fleisman
El 13 de febrero es el Día del amante y la infidelidad. A días de San Valentín, las nuevas formas de relacionarnos ponen en jaque el concepto tradicional de traición.
Gastón y Ailén fueron novios durante ocho años…
Arrancaron a salir en el secundario, se acompañaron en el Ciclo Básico Común (ella, Economía; él, Geografía) y también cuando sus respectivos abuelos se enfermaron y fallecieron. A los seis años de salir, pensaron varios pasos a dar y eligieron abrir la pareja. “Yo tenía ganas de explorar mi bisexualidad y Gastón me dio el espacio para que lo hiciera”, cuenta Ailén. Tenían una única regla: no podían establecer un vínculo romántico con ninguna otra persona fuera de ellos dos.
Mientras Ailen se divertía matcheando con distintas chicas por OkCupid, él empezó a verse con Martina, una compañera de la facultad. Lo que al principio era “un garche fijo”, como dice ella, cumplió el curso de una relación tradicional: estudiaban juntos, tenían citas de día en la plaza o en el cine y se presentaron a los amigos. “Nico actuaba a mis espaldas. Yo sabía que ellos se veían, pero creía que era solo para coger. No tenía idea de que eran tan cercanos”, relata Ailen. Finalmente, la verdad salió a la luz meses después, cuando él le confesó que estaba enamorado de Martina y que quería tener un vínculo monogámico con ella. Ailen recuerda: “Lo acepté. Pero me sentí traicionada. Se suponía que abrir la pareja era para profundizar nuestro noviazgo y me terminó lastimando como una infidelidad. Me siento mi mamá cuando digo esa palabra”.
Desde los manuscritos de la antigüedad romana del filósofo Ovidio hasta las canciones de Taylor Swift, las telenovelas de la tarde y los programas de chimentos, los amantes siempre fueron un tema de conversación.
El dolor, la traición, la decepción en un otrx siguen siendo motivos creadores de bandos opuestos. Hoy, el Día del amante, la antesala al 14 y su día de los enamorados; en una sociedad que deconstruye los preceptos básicos de las relaciones amorosas, ¿bajo qué formas existe la infidelidad?, ¿por qué sigue siendo relevante?
Dos casos son virales en las redes sociales y ambos giran en torno a la ruptura de un vínculo monogámico por traición: el primero es un recorte de un reality español que se hizo viral a finales de enero. Un joven en medio de una isla paradisíaca ve por una tele cómo su novia lo engaña con otro y reacciona histéricamente: corre por todo el lugar, grita, se tira en el piso y se rompe la camisa. Todo esto acompañado por un montaje de película de acción y música dramática. Es Montoya, según revela la conductora del programa La isla de las tentaciones. El recorte se compartió como moneda corriente en Twitter, con motivo de burla pero principalmente de identificación con un otro que la estaba pasando mal. “Esto es cine”, escribe un usuario norteamericano con el posteo del video.
El segundo es el Wandagate. En el 2025 no hay persona en internet que no esté al tanto de este tema, es decir, los enredos y conflictos amorosos entre la empresaria Wanda Nara, su ex marido el jugador de fútbol Mauro Icardi y la tercera en discordia con quien la habría engañado, la modelo y cantante argentina Eugenia Suárez. Un conflicto que empezó en 2022 se estiró como chicle hasta la actualidad por los programas de chimentos de la tarde, la cuenta de Instagram de Yanina Latorre, los videoanálisis de Martín Cirio y las charlas con los compañeros de trabajo. Así como la adúltera Madame Bovary de Gustave Flaubert causó revuelo en la sociedad francesa del siglo XIX, el triángulo entre los mediáticos nos engancha a través de las plataformas digitales.

Ambos eventos retratan temores del usuario común, como es el ser engañado, y lo espectacularizan mediante montajes cinematográficos, recortes o, en el caso del Wandagate, eligiendo precisamente en qué formato y dónde contar “la verdad”. No por nada Wanda Nara acude al living del programa de Susana Gimenez cual conferencia de prensa cada vez que tiene un escándalo.
Como escribió el filósofo Guy Deboard en su obra maestra La Sociedad del Espectáculo (1967): “El espectáculo se presenta a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, el espectáculo es expresamente el sector que concentra toda mirada y toda conciencia”. Al final de cuentas, lo que el Wandagate y la Isla de las tentaciones está representando no es nada más ni nada menos que un drama de la vieja institución de la familia y la pareja heterosexual como núcleo duro y ordenador de la vida capitalista.
A su vez, Deboard también reflexiona sobre el poder coercitivo que tienen estas imágenes sobre los espectadores.“La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado se expresa así: más él contempla, menos vive; más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo”. En consecuencia de eso, al seguir el Wandagate o el reality español, los usuarios se polarizan, eligen si ser “team China” o “Wanda” y terminan inconscientemente repitiendo preceptos del amor romántico que tal vez ya habían resuelto. Esto puede ser el significado de la fidelidad, el compromiso o en qué grado el otro nos pertenece. Mientras tanto, el deseo genuino parece disolverse.
Por otro lado, más allá de que las personas se sienten a hablar con sus parejas sobre sus deseos individuales y comunes, la “traición” sigue existiendo, incluso en los lugares menos esperados como en la relación abierta entre Gastón y Ailen. Según un estudio del año pasado de la app de citas Gleeden, Argentina es el cuarto país “más infiel” de la región, detrás de Brasil, Colombia y México. Los datos sacados de una encuesta a 8780 usuarios y usuarias de la aplicación, revelan que los motivos por los cuales buscan una relación paralela son variados: un 39% afirmó que lo hacen por atracción sexual, otro 32% tienen amantes para romper con la rutina. Solo un 3% confesó hacerlo por no sentirse a gusto con su pareja habitual.
“Cualquier pacto implica ponerse en algún punto a disposición de la otra persona, a comprometerse”, Tamara Tenenbaum

Con todo esto, aunque las generaciones más jóvenes tengan más apertura a pensar en sus vínculos y lo que quieren para su futuro, todavía sufren por las infidelidades. Pero evitar el dolor en una sociedad con crisis económicas y representativas como la nuestra es imposible. “No hay ninguna unión que no salve de la condición precaria de la vida y de las relaciones humanas”, escribe Tamara Tenenbaum en su libro de 2019, El Fin del Amor, Querer y Coger. Es decir, según la filósofa, la idea de que un vínculo romántico -con el contrato que sea- nos va a dar la tranquilidad que necesitamos en nuestra vida es una ficción.
Además, para la escritora, el meollo del asunto está también en qué tanto somos capaces de comprometernos con el otro. “Cualquier vínculo real, ya sea abierto, poliamoroso o monógamo con iglesias y confites, implica poner en jaque el egoísmo”, dice Tenenbaum. Y añade: “Cualquier pacto implica ponerse en algún punto a disposición de la otra persona, a comprometerse”. Ese contrato tiene varias formas y puede ir desde contarse rutinariamente las aventuras sexuales con un amante o presentarle a un novio celoso a nuestros amigos varones para que “relaje”.
Ailen no odia a Gastón. Lo repite varias veces. Él fue y es una de las patas más importantes de su vida. “No le tengo rencor. Siento que es una persona buena que se portó mal conmigo”, aclara. Para autopreservarse, ya no lo sigue en redes sociales y además arrancó terapia para conocerse mejor. Tampoco se siente estafada por las relaciones abiertas o incluso el poliamor. “Creo que una traición tiene muchas formas. Unos conocidos se separaron porque ella le dijo que iba a votar a Milei y terminó eligiendo a Massa”, concluye Ailen.