Cual aventurerxs, en esta ocasión vamos a profundizar en un terreno placenteramente accesible y poco explorado por muchxs: las zonas erógenas.
Son las partes más sensibles del cuerpo que, por sus terminaciones nerviosas y su disposición ante una caricia o un masaje, estimulan la excitación sexual.
Los lugares comunes -como los genitales- no son los únicos capaces de encender el erotismo. Los abordajes más tradicionales nos limitan en términos de potencialidad y capacidades, inhabilitando la posibilidad de descubrir nuevas experiencias o sensaciones. Más allá de los fetiches individuales, la ficción reflejada por el porno mainstream puede ser un obstáculo al conocimiento del placer humano. Hay una corporalidad esperando ser descubierta sexualmente.
Si bien su abordaje tiene posibilidades casi infinitas, lo cierto es que las zonas erógenas varían en cada persona y cada cuerpo se ve singularmente afectado por una diversidad de factores. Desde LdD recomendamos SIEMPRE una minuciosa exploración con cada nueva pareja sexual. Una travesía que resulta en sí, una grata experiencia. Podemos recorrer cada centímetro del cuerpo –propio y ajeno- como un mapa que refleja los puntos secretos donde se esconde el placer.
Una investigación realizada por neurólogos de las universidades de Gales y Bangor con psicólogos de la Universidad de Johannesburgo, han evaluado a más de 800 personas de distintas nacionalidades, edades y orientación sexual, que calificaron 41 partes del cuerpo. Los resultados evidenciaron algunos datos aparentemente obvios, como que los genitales son los más valorados como zonas erógenas, pero también que las mujeres suelen ser más receptivas a la estimulación de otros territorios.
Las zonas sexualmente estimulantes varían en cada persona, luego de los genitales, la gran mayoría indica que entre los puntos más valorados están los labios, seguidos del cuello y la nuca, la parte interna de los muslos y las orejas. A su vez, mientras los hombres destacan también el perineo, las mujeres priorizan los pezones y agregan la espalda, las nalgas y en menor medida, los hombros y los brazos. Los pies, sólo quedan como una prioridad para quienes encuentran en ellos un fetiche.
Otro dato revelador, publicado por el Journal of Sexual Medicine, sugiere que la velocidad ideal para que una caricia sea efectiva es de 5 centímetros por segundo. Y si bien sabemos que difícilmente se pueda mantener el climax mirando el reloj, podemos entrenar las habilidades para luego ponerlas a prueba.
Finalmente, te dejamos útiles consejos a la hora de emprender la travesía:
– Aplicando distintas técnicas: lamer, acariciar, succionar, presionar, morder. Siempre es posible descubrir un nuevo punto erógeno que encienda el placer.
– No hay zonas reactivas a la caricia si nuestra atención está en otro lado, porque el cerebro es el principal detonante del erotismo. Lo mejor es enfocarse en el momento y la acción para poder lograr el clímax.
– El diálogo -antes y después de la exploración- es fundamental para mapear mentalmente las emociones, sensaciones y fantasías que genera cada contacto.
– Utilizar elementos ajenos al cuerpo: plumas, juguetes sexuales, el calor, un hielo, elementos con distintas texturas amplían las posibilidades de experimentación.
– La práctica hace al maestro: no te quedes con la gloria de las zonas conocidas, descubre nuevas posibilidades erotizantes.
La realidad demuestra que no debemos limitar las posibilidades de recorrer todas las corporalidades. Desde el dedo gordo del pie, mapeando pliegues, rozando velocidades y articulaciones, susurrando en las profundidades de cada rincón, hay un mundo placentero en el cual sumergirse más allá de la genitalidad.